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Camote de cerro: el tesoro tapatío que llega con las primeras lluvias

  • Foto del escritor: heyjaliscoo
    heyjaliscoo
  • hace 1 día
  • 2 Min. de lectura
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En Jalisco hay sabores que nos transportan directo a los ranchos, a las sierras y a esos mercados donde el olor a tierra mojada se mezcla con la vida diaria. Uno de ellos es el camote de cerro, ese tubérculo silvestre que aparece como un regalo de la naturaleza entre julio y noviembre, sobre todo cuando las lluvias animan el campo.



El camote de cerro —que nada tiene que ver con el camote dulce tradicional— se da principalmente en las zonas de Sierra de Amula, la región Sur, Sierra Occidental, partes de Zapotlán, Tapalpa, Tecolotlán, y los alrededores de Atemajac de Brizuela. También es común que campesinos de comunidades como El Grullo, Autlán, Unión de Tula y rancherías de la Costa Sur lo bajen a vender a la ciudad.



Quien lo prueba por primera vez entiende por qué la gente lo espera cada año: su sabor es entre terroso y delicado, muy único. Acá en Jalisco se acostumbra preparar de varias formas:



Asado en brasas, como se hacía en el rancho: directo al fuego hasta que queda tierno y con sabor ahumadito.



Hervido con sal, sencillo pero buenísimo.



En caldito, para acompañar carne tatemada, frijoles o guisados de la región.



En trozos con limón y chile, la versión práctica que encuentras en los tianguis.




En Guadalajara, es común verlo en temporada en mercados como San Juan de Dios, Mercado Alcalde, Mercado de Abastos y tianguis tradicionales como el de Santa Tere o el de Atemajac. Normalmente viene envuelto en grandes hojas y aún con tierrita, señal de que salió casi directo del monte.



Para muchos tapatíos, el camote de cerro sabe a infancia, a visitas al pueblo y a tardes de cocina con la familia. Es un recordatorio de que Jalisco también está hecho de sabores silvestres, de manos campesinas y de tradiciones que siguen vivas en cada temporada.



 
 
 

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