Robo de película en el Louvre: se llevan joyas imperiales en pleno corazón de París
- heyjaliscoo
- 19 oct
- 2 Min. de lectura

En pleno domingo por la mañana, cuando la ciudad luz aún saboreaba su café sin sospecha alguna, un grupo de ladrones organizados dio el zarpazo al Museo del Louvre en París, dejando boquiabiertos a turistas, policías y hasta al propio gobierno francés.
Aproximadamente a las 9:30 a.m., cuando ya había visitantes recorriendo los pasillos del museo más famoso del mundo, los malhechores aprovecharon que hay obras en la fachada que da al río Sena para deslizar un elevador canasto o “basket lift”, subieron por la ventana del ala de la galería Galerie d’Apollon, rompieron vitrinas con herramientas —como discos cortantes—, se llevaron valiosas joyas reales y en cuestión de cuatro a siete minutos ya se habían esfumado en motos, dejando atrás incredulidad y decenas de cámaras en acción.
Entre lo robado figuran diademas, collares, broches que pertenecieron a la era napoleónica, piezas con “valor histórico incalculable”, según las autoridades francesas. Incluso una de las piezas, la corona de la emperatriz Eugénie, fue encontrada metros afuera del museo, dañada.
¿Por qué es tan grave para nosotros “tapatíos” que lo traiga aquí?
Porque este atraco no sólo es un robo de joyas: es un golpe al patrimonio mundial, a la historia que pertenece a todos. Y nos hace pensar: si el Louvre, con su fama, vigilancia y muros centenarios, puede ser vulnerado así, ¿qué nos dice eso de nuestro entorno, de nuestras instituciones? Así que nos llega, nos duele y nos sacude.
¿Qué sigue ahora?
Las autoridades francesas ya activaron brigadas especializadas, revisan filmaciones, recaban testimonios y analizan rutas de escape. Mientras tanto, el museo cerró sus puertas este domingo “por razones excepcionales”.
Y tú, amigo tapatío o tapatía, si alguna vez soñaste con subir bajo la pirámide de cristal del Louvre y ahí ver la historia materializada… pues este robo le pone otro matiz al viaje. Porque detrás de obras y joyas, están los relatos, las generaciones, el sentido de comunidad. Hoy más que nunca, vale la pena valorar aquello que tenemos cerca.







Comentarios