Ruta 380: la leyenda del periférico tapatío
- heyjaliscoo
- hace 5 días
- 1 Min. de lectura

Hubo un tiempo en Guadalajara en el que decir “voy en la 380” era casi una hazaña urbana. No era solo una ruta de camión, era una experiencia completa: velocidad, viento en la cara y la sensación de recorrer la ciudad entera en un solo viaje.
La ruta 380 trazaba su camino por el Periférico de Guadalajara, uniendo oriente y poniente con una precisión casi mágica. Pasaba cada cinco minutos —sí, cada cinco—, y sus choferes parecían tener pacto con el reloj y con el acelerador. No había semáforo que los detuviera, ni curva que los hiciera dudar: el trayecto se vivía a toda marcha, muchas veces a más de 80 km por hora, mientras los pasajeros se sostenían como si fuera una montaña rusa cotidiana.
Subirse a la 380 era toda una travesía. Era ver pasar los cerros, los mercados, los anuncios y las historias de la ciudad desde la ventanilla. Era compartir asiento con estudiantes, trabajadores y aventureros que sabían que, si querías cruzar Guadalajara de punta a punta sin tanto rodeo, ese era el camión que te llevaba.
Con los años, la ruta se transformó, y con ella cambió también la manera de movernos por la ciudad. Pero en la memoria tapatía, la 380 quedó como leyenda, como ese símbolo de una Guadalajara más ruda, más directa y, sobre todo, más viva.
Hoy, cuando alguien menciona su nombre, no falta quien sonría con nostalgia y diga:“¡Ah, la 380! Esa sí era ruta…” 🚍🔥







Comentarios